Presentamos a continuación, dos cuentos escritos por nuestros alumnos:
"Reflexiones del Cholo" de Rocío Montes, Juan Pedro Arcuri y Micaela Muñoz
"Ojo por ojo", Valeria y Janet de 2°C.N.T.T.

"Reflexiones del Cholo" de Rocío Montes, Juan Pedro Arcuri y Micaela Muñoz

Sentí que esta sería la ultima noche. Lo presentía desde la última vez que utilicé mi cuchillo, viejo, roto y gastado. Algo que me entretiene y me hace pensar en otra cosa que no sean problemas, es afilarlo; no es tan fino y adecuado como las armas de Abascal, pero pienso que el arma que yo uso es una forma de identificarme.
Después de todo entre Abascal y yo no hay muchas diferencias, pero las apariencias engañan. Ellos, los de la organización, creen que no soy “nada”, un inservible, una rata, en síntesis un peso más, pero yo se todo (analizaba el Cholo).
Por eso es que decidí salir a vivir, o por lo menos a disfrutar de mi última noche, deshaciéndome de la guita mal ganada en esa organización y tratando de hacer todo lo que me gustaba y complacía…
Nunca debí entrar en ese clan, ¿Cómo pude unirme a ese tipo de personas?, o mejor dicho, malvivientes! (Se cuestionaba).
…Pasé por los lugares a los que solía ir con frecuencia con mi hermano, cuando realmente vivíamos la vida, a nuestra manera, pero juntos y felices (Recordaba muy angustiado y melancólico).
Atravesé la galería Guemes, una zona espectacular, en donde caminábamos al compás de la música. Luego del teatrito subterráneo, caminé al piringundín de la 25 de mayo y a dos más que estaba a tres cuadras de diferencia nada más, en las cuáles solíamos caminar con Pablo (el hermano) agarrados uno del otro, sosteniéndonos por la inestabilidad que nos provocaba la borrachera.
Esa noche, tomé hasta la última gota de cada trago que me sirvieron, y si había algo que me tentaba era levantarles las polleras a las meseras que traían las copas. Sabía que el alcohol me saltaba la lengua por demás, pero algo me decía que estaba llegando muy lejos con mis comentarios… Y también sabía, sobre todo, que Abascal me observaba desde el taburete vecino (Analizaba no tan inconciente); y yo no quería morir en un lugar tan decadente como ese, así que decidí retirarme del lugar.
Ya era casi de madrugada y una bruma espesa me nublaba la vista. Seguí caminando en la oscuridad de las calles y en cada esquina me encontraba con una brisa de esas que te enfrían todo el cuerpo y te hacen sollozar los ojos, y una luz amarillenta me encandilaba la vista.
Caminaba tratando de ocultar mi estado de ebriedad (pensaba analizando la situación y tratando de tener conciencia y caer en los que estaba pasando en realidad).
Todo estaba más claro que el agua, yo era el eslabón más débil y en esta competencia de supervivencia y de superioridad, yo ya no podía hacer nada (comenzaba a recapacitar). Sabía que sería el primero en morir, pero de algo estaba seguro, no sería el último en morir.
Traté de disimular que sabía que Abazcal estaba a solo unos metros de mí, de hecho, sentía sus pasos y escuchaba el eco entre los departamentos del callejón, y no quería mirar hacia él.
Por un momento pensé que al llegar a la esquina, me podría agachar y escabullirme entre la niebla; reconozco que tenía miedo y tiritaba de frío con mi cuchillo en mi mano que temblaba como si sufriera Parkinson.
Serían los últimos segundos de mi corta vida, con solo treinta y dos años.
¿A dónde iría? ¿Encontraría a mi vieja y a mi hermano? (Se preguntaba ya casi entrando en un ataque de nervios) y (buscando el lado positivo) en el conventillo mis compañeros van a tener más lugar.
… Y estos fueron los últimos pensamientos del Cholo.

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"Ojo por ojo", Valeria y Janet de 2°C.N.T.T.

Eran las vacaciones de invierno, las que hicieron que el dolor de muelas le molestara mucho a Osvaldo. Hacía una semana que se venía aguantando esas molestias, las cuales lo obligaron a decidirse a ir al odontólogo. Cuando llegó a la clínica, ya harto del dolor, se hizo antender por la única dentista disponible, una tal Martha, de quien se enamoró a primera vista, y a pesar del dolor de muelas. (¿Puede uno enamorarse en ese estado?). Pasaron varios días en los que Osvaldo no dejaba de pensar en ella. Entonces, la llamó por teléfono a la clínica y se hizo atender, sólo para poder verla de nuevo. Martha aceptó la invitación , ya que no tenía ningun compromiso, y su última relación había terminado hace 2 años atras.
Osvaldo era muy mujeriego, le gustaban todas las mujeres. En la noche de la cita , sin dar más vueltas, le propuso un noviazgo, para su sorpresa, Martha aceptó.
Pasaron 10 meses, y su relación era estable, considerando el extraño inicio. Pero un día, Osvaldo estaba pintando un cuadro, y apareció de repente, un viejo amigo, para invitarlo a jugar al ajedrez. Intentarían la jugada Max Lange. Sin tener otras opciones, accedió.
Ignoraba que ese día cambiaría su suerte. Una partida que se prolonga, una llegada tarde, y Martha, acompañada, bajo la luz difusa del viejo cuadro. Todo había terminado.

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