Taller de cuentos policiales: Conviviendo con el asesino
Caminaba rumbo el instituto, con el viento soplando en mis mejillas y un frío gélido que heló mi cuerpo. Empezaba a recordar aquel invierno de 1983, en el que uno de los desafíos más grandes se me presentó. En mi larga carrera no hubo ninguno que se le compare.
Todo empezó una clásica mañana de diciembre en el que la joven Rouse tocó a mi puerta desesperada y casi sin aliento, en busca de ayuda. Por supuesto, la invité a pasar y traté de tranquilizarla, le ofrecí algo de tomar a lo que ella respondió que no tenia tiempo que perder. Insistió en que la acompañara sin perder ni un solo segundo.
Cuando llegué al departamento, tan limpio y reluciente como un hospital, me encontré con un clima sofocado por el llanto.

Taller de cuentos policiales: Conviviendo con el asesino
Caminaba rumbo el instituto, con el viento soplando en mis mejillas y un frío gélido que heló mi cuerpo. Empezaba a recordar aquel invierno de 1983, en el que uno de los desafíos más grandes se me presentó. En mi larga carrera no hubo ninguno que se le compare.
Todo empezó una clásica mañana de diciembre en el que la joven Rouse tocó a mi puerta desesperada y casi sin aliento, en busca de ayuda. Por supuesto, la invité a pasar y traté de tranquilizarla, le ofrecí algo de tomar a lo que ella respondió que no tenia tiempo que perder. Insistió en que la acompañara sin perder ni un solo segundo.
Cuando llegué al departamento, tan limpio y reluciente como un hospital, me encontré con un clima sofocado por el llanto.
Sentada sobre uno de los sofás, se la podía ver a la madre, Ruth, totalmente destrozada. Era tan hermosa como una estrella de cine, con una melena colorada que se repartía a ambos lados de los hombros dejando al descubierto su espalda. Junto a ella se encontraba Harry, tratando de tranquilizar a su mujer. No parecía un hombre de muchas lágrimas, pero podía notarse la tristeza en sus ojos.
A lo largo de un pasillo podía verse una luz. Me invitaron a que pasara a aquella habitación. Cuando entré, vi una imagen imposible de olvidar. Era el baño menos blanco que se puede imaginar.
Toda la pared embardunada de sangre. Lo azulejos de cristal se opacaban ante tan desagradable escena. La niña se hallaba tendida dentro de la bañera completamente despedazada.
Comencé a analizar el cuerpo de la difunta Alice. Además de gran cantidad de puñaladas, había un enorme trozo de hierro clavado en la zona del cuadriceps en la pierna izquierda. Me agaché y divisé un pedazo de plástico en su talón derecho, probablemente ocurrió durante un forcejeo con su asesino.
Decidí retirarme para dejar a la familia a solas con su desgracia. Por la mañana, fui a ver el cuerpo a la morgue para recopilar mas pistas de este homicidio, algo que se hubiera encontrado durante la autopsia.
Hablando con uno de los médicos a cargo, me entere que el trozo de hierro encontrado estaba totalmente oxidado en su extremo superior y provenía de un portón de hierro.
También recuerdo que se había hallado un abanico junto a ella, en el baño, pero no pudieron extraer huellas de ninguno de los elementos, por lo que llegue a la hipótesis de que el asesino utilizó guantes para manipularlos.
Me reporté en el departamento nuevamente en busca de sospechosos o alguna persona a quien interrogar. Pensé en preguntarle a algún vecino si se oyeron ruidos extraños durante la noche, pero nadie logró contestarme afirmativamente. Entonces empecé a investigar los tipos de relación que tenían con éstos.
Mi principal sospechoso fue un hombre llamado Robert, que confesó tener un amorío con Ruth hace aproximadamente quince años atrás. Sentí una mirada fría al comentar con la familia acerca de este nuevo sospechoso, especialmente por parte de Harry, quien esquivó mi mirada con desprecio.
Quise hablar a solas con Ruth para asegurarme de que ese amorío con Robert había sido verdadero. Luego de haberlo confirmado proseguí con Rouse para que me cuente todo lo sucedido:
- No sé muy bien cómo pasó – dijo con un tono de tristeza – Mientras yo estaba durmiendo, supongo que se levantó al baño o a tomar un vaso de leche, como suele hacerlo. Sólo sé que me desperté con un grito, no tan fuerte, pero si lo suficiente como para que pueda oírlo. Fui a averiguar lo sucedido, pero la puerta del baño estaba cerrada. Ya no la oía más, por lo que fui a despertar a mi madre. Tuvimos que desarmarla para poder entrar. Mi padre estaba trabajando, pero a las siete treinta ya estaba en casa, menos mal que llegó a tiempo para contener a mi madre.
- ¿Y a qué hora ocurrió todo esto? – pregunté.
- Cerca de las seis am. me levanté, y a las ocho llamamos a la policía.
- Muchas gracias, se que te es muy difícil hablar en estos momentos.
De camino a mi casa me puse a relacionar las palabras de Rouse y los aspectos resaltados en la autopsia.
En primer lugar, ese vecino parece tener algo que realmente lo involucra. La policía lo encuentra algo extraño, por ésto es uno de los primeros acusados, ya que él es el único que conoce la casa a la perfección es quién se encuentra despierto desde las cuatro am., era él quién sabia algo y no confesaba.
Yo, por mi parte, creo que hay algo más dentro de este vínculo entre Robert y la pequeña Alice. Llegaba la hora de conversar con quien estaba detenido.
Estábamos cara a cara y con sólo decirle que debía contarme la verdad si no quería permanecer en la cárcel por el resto de su vida, confesó lo que quería escuchar:
- Está bien, a mi me duele en el alma, porque Alice era el verdadero fruto del amor que sentíamos y sentimos con Ruth. – me contestó.
- Ésto es a lo que me refería, quería que tú lo digas, lo noté en tu mirada desde un principio, cuando me confesaste tu amorío con ella.
Pero además de que este podía llegar a ser un buen móvil para Robert, todavía no estoy del todo seguro.
Cuando volví al departamento del homicidio, en el balcón estaba escrito con aerosol y en letras gigantes, se podría decir, el nombre de mi segundo sospechoso el Sr. Collins…. Anuncié a la familia lo visto. Obviamente el padre se encontraba ausente.
Me situé en lugar del hallazgo y encontré una credencial, era de Harry. Estaba junto a una carta para Ruth, donde le confesaba su culpabilidad de la muerte de Alice.
Lo siguiente que hice fue dirigirme a la barraca nombrada en la credencial, debido a que ya daba por seguro que el asesino iba a estar allí.
Todavía no estaba del todo aclarado el caso, pero firmemente sabía quien era el culpable. Aquél que se había declarado frente a su mujer.
Al entrar al lugar, quise encender la luz, pero como no encontraba el interruptor tome una linterna que estaba colgada a un lado de la puerta. Parecía que nadie había estado ahí en mucho tiempo, estaba tan mal cuidada que hasta podría llegar a encontrarse un zoológico de bichos o algo familiar. Entré buscando algún otro indicio que pudiese llevarme a Harry, y fue en ese preciso momento cuando encontré lo que parecía un circulo rojo con el diámetro de un huevo de ñandú. Seguí unas gotas de sangre que partía de éste hacia la puerta trasera, las cuales me adentraron en el bosque sin hojas, como era de esperarse en una tarde de invierno. Pero de pronto las manchas dejaron de verse, comencé a observar todos los puntos cuando de repente escuché un ruido que provenía detrás de mi. Me di la vuelta de inmediato, pero no vi más que una pequeña montaña de ramas cubiertas de nieve.
Alcancé a divisar huellas húmedas de unas botas, que subían una colina hasta llegar a una cabaña cerca de allí. Quise entrar, pero las ventanas estaban entabladas y la puerta bajo llave. Como supuse que aquí tampoco habría luz, tomé la linterna y golpeé la puerta con todas mis fuerzas.
Dentro se hallaba él, todo cubierto por la sangre del balde que se encontraba a un metro de sus píes. Parado sobre una silla tratando de ahorcarse con una soga sujeta al techo de madera. Me acerqué a él muy cuidadosamente, hablándole para convencerlo de que bajara de allí, mientras lo hacía llamé a la policía para que trajera refuerzos.
Lo único que Harry hacía era lamentarse, mientras yo trataba de ganar tiempo hablándole para que los refuerzos llegaran a tiempo, y así fue.
No se resistió, por lo que fue muy fácil poder bajarlo de allí arriba. Lo llevamos al cuartel para que confesara, pero tuve que persuadirlo durante mucho tiempo, hasta que lo conseguí:
- Sucedió hace tres semanas. - Afirmó – Lo que me enteré fue lo peor que me pasó en la vida, y necesitaba descargar todo mi rencor en algo. El suceso que me desarmó fue el de enterarme del amorío de Ruth, pero además de esto, Alice no era mi verdadera hija. ¡¿Qué podría haber hecho yo ante semejante noticia?!
- Podrías haber acudido a diversas soluciones, pero ya es demasiado tarde, así que vamos a lo realmente importa en éste momento. - le respondí con desprecio. – Primero que nada… ¿Por qué el hierro en su pierna? ¿Y el abanico en la escena del crimen? ¿Qué es lo que realmente quiere decir todo esto?
- El hierro sólo fue un arma más – me respondió con seguridad.
- ¿Un arma más? ¿Debemos de suponer que ésta cortaplumas también fue una de ellas? – le pregunté mientras le mostraba el instrumento encontrado en su pantalón.
- Supongo que no hace falta repetirlo… Sí, exactamente… - hizo una pausa, como si tratara de resistir una tentación de furia, rabia – Y respecto al abanico – comenzó a hablar – Era de ella, de Ruth, me di cuenta de que era de “esa” época. Un objeto que yo nunca le había obsequiado, firmado supuestamente por una amiga:
“Con cariño R.”
-¡Nunca me imaginé que podía llegar a ser él! ¡¿Acaso no la satisfacía lo suficiente?! Por eso quise demostrar mi enojo, ya que esa hija no era mía. ¡Pero cuánto me arrepiento!
-Creo que vas a tener mucho tiempo para poder arrepentirte. – fueron mis últimas palabras.
Nunca comprendí como el amor de un padre puede convertirse en tanto odio.
La campana sonó, mis clases estaban por comenzar.
(Estudiante de polimodal T.M.)
Caminaba rumbo el instituto, con el viento soplando en mis mejillas y un frío gélido que heló mi cuerpo. Empezaba a recordar aquel invierno de 1983, en el que uno de los desafíos más grandes se me presentó. En mi larga carrera no hubo ninguno que se le compare.
Todo empezó una clásica mañana de diciembre en el que la joven Rouse tocó a mi puerta desesperada y casi sin aliento, en busca de ayuda. Por supuesto, la invité a pasar y traté de tranquilizarla, le ofrecí algo de tomar a lo que ella respondió que no tenia tiempo que perder. Insistió en que la acompañara sin perder ni un solo segundo.
Cuando llegué al departamento, tan limpio y reluciente como un hospital, me encontré con un clima sofocado por el llanto.

Taller de cuentos policiales: Conviviendo con el asesino
(Estudiante de polimodal T.M.)
Caminaba rumbo el instituto, con el viento soplando en mis mejillas y un frío gélido que heló mi cuerpo. Empezaba a recordar aquel invierno de 1983, en el que uno de los desafíos más grandes se me presentó. En mi larga carrera no hubo ninguno que se le compare.
Todo empezó una clásica mañana de diciembre en el que la joven Rouse tocó a mi puerta desesperada y casi sin aliento, en busca de ayuda. Por supuesto, la invité a pasar y traté de tranquilizarla, le ofrecí algo de tomar a lo que ella respondió que no tenia tiempo que perder. Insistió en que la acompañara sin perder ni un solo segundo.
Cuando llegué al departamento, tan limpio y reluciente como un hospital, me encontré con un clima sofocado por el llanto.
Sentada sobre uno de los sofás, se la podía ver a la madre, Ruth, totalmente destrozada. Era tan hermosa como una estrella de cine, con una melena colorada que se repartía a ambos lados de los hombros dejando al descubierto su espalda. Junto a ella se encontraba Harry, tratando de tranquilizar a su mujer. No parecía un hombre de muchas lágrimas, pero podía notarse la tristeza en sus ojos.
A lo largo de un pasillo podía verse una luz. Me invitaron a que pasara a aquella habitación. Cuando entré, vi una imagen imposible de olvidar. Era el baño menos blanco que se puede imaginar.
Toda la pared embardunada de sangre. Lo azulejos de cristal se opacaban ante tan desagradable escena. La niña se hallaba tendida dentro de la bañera completamente despedazada.
Comencé a analizar el cuerpo de la difunta Alice. Además de gran cantidad de puñaladas, había un enorme trozo de hierro clavado en la zona del cuadriceps en la pierna izquierda. Me agaché y divisé un pedazo de plástico en su talón derecho, probablemente ocurrió durante un forcejeo con su asesino.
Decidí retirarme para dejar a la familia a solas con su desgracia. Por la mañana, fui a ver el cuerpo a la morgue para recopilar mas pistas de este homicidio, algo que se hubiera encontrado durante la autopsia.
Hablando con uno de los médicos a cargo, me entere que el trozo de hierro encontrado estaba totalmente oxidado en su extremo superior y provenía de un portón de hierro.
También recuerdo que se había hallado un abanico junto a ella, en el baño, pero no pudieron extraer huellas de ninguno de los elementos, por lo que llegue a la hipótesis de que el asesino utilizó guantes para manipularlos.
Me reporté en el departamento nuevamente en busca de sospechosos o alguna persona a quien interrogar. Pensé en preguntarle a algún vecino si se oyeron ruidos extraños durante la noche, pero nadie logró contestarme afirmativamente. Entonces empecé a investigar los tipos de relación que tenían con éstos.
Mi principal sospechoso fue un hombre llamado Robert, que confesó tener un amorío con Ruth hace aproximadamente quince años atrás. Sentí una mirada fría al comentar con la familia acerca de este nuevo sospechoso, especialmente por parte de Harry, quien esquivó mi mirada con desprecio.
Quise hablar a solas con Ruth para asegurarme de que ese amorío con Robert había sido verdadero. Luego de haberlo confirmado proseguí con Rouse para que me cuente todo lo sucedido:
- No sé muy bien cómo pasó – dijo con un tono de tristeza – Mientras yo estaba durmiendo, supongo que se levantó al baño o a tomar un vaso de leche, como suele hacerlo. Sólo sé que me desperté con un grito, no tan fuerte, pero si lo suficiente como para que pueda oírlo. Fui a averiguar lo sucedido, pero la puerta del baño estaba cerrada. Ya no la oía más, por lo que fui a despertar a mi madre. Tuvimos que desarmarla para poder entrar. Mi padre estaba trabajando, pero a las siete treinta ya estaba en casa, menos mal que llegó a tiempo para contener a mi madre.
- ¿Y a qué hora ocurrió todo esto? – pregunté.
- Cerca de las seis am. me levanté, y a las ocho llamamos a la policía.
- Muchas gracias, se que te es muy difícil hablar en estos momentos.
De camino a mi casa me puse a relacionar las palabras de Rouse y los aspectos resaltados en la autopsia.
En primer lugar, ese vecino parece tener algo que realmente lo involucra. La policía lo encuentra algo extraño, por ésto es uno de los primeros acusados, ya que él es el único que conoce la casa a la perfección es quién se encuentra despierto desde las cuatro am., era él quién sabia algo y no confesaba.
Yo, por mi parte, creo que hay algo más dentro de este vínculo entre Robert y la pequeña Alice. Llegaba la hora de conversar con quien estaba detenido.
Estábamos cara a cara y con sólo decirle que debía contarme la verdad si no quería permanecer en la cárcel por el resto de su vida, confesó lo que quería escuchar:
- Está bien, a mi me duele en el alma, porque Alice era el verdadero fruto del amor que sentíamos y sentimos con Ruth. – me contestó.
- Ésto es a lo que me refería, quería que tú lo digas, lo noté en tu mirada desde un principio, cuando me confesaste tu amorío con ella.
Pero además de que este podía llegar a ser un buen móvil para Robert, todavía no estoy del todo seguro.
Cuando volví al departamento del homicidio, en el balcón estaba escrito con aerosol y en letras gigantes, se podría decir, el nombre de mi segundo sospechoso el Sr. Collins…. Anuncié a la familia lo visto. Obviamente el padre se encontraba ausente.
Me situé en lugar del hallazgo y encontré una credencial, era de Harry. Estaba junto a una carta para Ruth, donde le confesaba su culpabilidad de la muerte de Alice.
Lo siguiente que hice fue dirigirme a la barraca nombrada en la credencial, debido a que ya daba por seguro que el asesino iba a estar allí.
Todavía no estaba del todo aclarado el caso, pero firmemente sabía quien era el culpable. Aquél que se había declarado frente a su mujer.
Al entrar al lugar, quise encender la luz, pero como no encontraba el interruptor tome una linterna que estaba colgada a un lado de la puerta. Parecía que nadie había estado ahí en mucho tiempo, estaba tan mal cuidada que hasta podría llegar a encontrarse un zoológico de bichos o algo familiar. Entré buscando algún otro indicio que pudiese llevarme a Harry, y fue en ese preciso momento cuando encontré lo que parecía un circulo rojo con el diámetro de un huevo de ñandú. Seguí unas gotas de sangre que partía de éste hacia la puerta trasera, las cuales me adentraron en el bosque sin hojas, como era de esperarse en una tarde de invierno. Pero de pronto las manchas dejaron de verse, comencé a observar todos los puntos cuando de repente escuché un ruido que provenía detrás de mi. Me di la vuelta de inmediato, pero no vi más que una pequeña montaña de ramas cubiertas de nieve.
Alcancé a divisar huellas húmedas de unas botas, que subían una colina hasta llegar a una cabaña cerca de allí. Quise entrar, pero las ventanas estaban entabladas y la puerta bajo llave. Como supuse que aquí tampoco habría luz, tomé la linterna y golpeé la puerta con todas mis fuerzas.
Dentro se hallaba él, todo cubierto por la sangre del balde que se encontraba a un metro de sus píes. Parado sobre una silla tratando de ahorcarse con una soga sujeta al techo de madera. Me acerqué a él muy cuidadosamente, hablándole para convencerlo de que bajara de allí, mientras lo hacía llamé a la policía para que trajera refuerzos.
Lo único que Harry hacía era lamentarse, mientras yo trataba de ganar tiempo hablándole para que los refuerzos llegaran a tiempo, y así fue.
No se resistió, por lo que fue muy fácil poder bajarlo de allí arriba. Lo llevamos al cuartel para que confesara, pero tuve que persuadirlo durante mucho tiempo, hasta que lo conseguí:
- Sucedió hace tres semanas. - Afirmó – Lo que me enteré fue lo peor que me pasó en la vida, y necesitaba descargar todo mi rencor en algo. El suceso que me desarmó fue el de enterarme del amorío de Ruth, pero además de esto, Alice no era mi verdadera hija. ¡¿Qué podría haber hecho yo ante semejante noticia?!
- Podrías haber acudido a diversas soluciones, pero ya es demasiado tarde, así que vamos a lo realmente importa en éste momento. - le respondí con desprecio. – Primero que nada… ¿Por qué el hierro en su pierna? ¿Y el abanico en la escena del crimen? ¿Qué es lo que realmente quiere decir todo esto?
- El hierro sólo fue un arma más – me respondió con seguridad.
- ¿Un arma más? ¿Debemos de suponer que ésta cortaplumas también fue una de ellas? – le pregunté mientras le mostraba el instrumento encontrado en su pantalón.
- Supongo que no hace falta repetirlo… Sí, exactamente… - hizo una pausa, como si tratara de resistir una tentación de furia, rabia – Y respecto al abanico – comenzó a hablar – Era de ella, de Ruth, me di cuenta de que era de “esa” época. Un objeto que yo nunca le había obsequiado, firmado supuestamente por una amiga:
“Con cariño R.”
-¡Nunca me imaginé que podía llegar a ser él! ¡¿Acaso no la satisfacía lo suficiente?! Por eso quise demostrar mi enojo, ya que esa hija no era mía. ¡Pero cuánto me arrepiento!
-Creo que vas a tener mucho tiempo para poder arrepentirte. – fueron mis últimas palabras.
Nunca comprendí como el amor de un padre puede convertirse en tanto odio.
La campana sonó, mis clases estaban por comenzar.
2 comentarios:
Muy buena tu creatividad!
Què interesante! Me gustò còmo està escrito...me instalò en un ambiente inglès.¿Por què serà?
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