Analía remite este interesante artículo para debatir un tema presente en nuestra sociedad:

En estos días, la sociedad argentina se ha visto convulsionada por hechos de inseguridad que han terminado con la vida de personas a manos de adolescentes, considerados por la legislación, inimputables.Estos hechos derrumban la condición humana en su esencia y el derecho humano fundamental de vivir. Y por supuesto que en este extremo social se desatan las polémicas con posiciones enfrentadas al respecto. Desde los que postulan la ley del Talión hasta los que en nombre de defender los derechos de los adolescentes no tienen, ni proponen, cómo salir de esta encrucijada que pone a nuestra sociedad en una creciente ebullición. Y el centro de la escena lo domina la pregunta acerca de que si hay o no que bajar la edad de imputabilidad de los adolescentes, que actualmente es a los 16 años.



Analía remite este interesante artículo para debatir un tema presente en nuestra sociedad:

En estos días, la sociedad argentina se ha visto convulsionada por hechos de inseguridad que han terminado con la vida de personas a manos de adolescentes, considerados por la legislación, inimputables.Estos hechos derrumban la condición humana en su esencia y el derecho humano fundamental de vivir. Y por supuesto que en este extremo social se desatan las polémicas con posiciones enfrentadas al respecto. Desde los que postulan la ley del Talión hasta los que en nombre de defender los derechos de los adolescentes no tienen, ni proponen, cómo salir de esta encrucijada que pone a nuestra sociedad en una creciente ebullición. Y el centro de la escena lo domina la pregunta acerca de que si hay o no que bajar la edad de imputabilidad de los adolescentes, que actualmente es a los 16 años.
Este solo hecho (bajar la edad de imputabilidad penal) no resuelve por sí solo el problema de la inseguridad, a pesar de que hay sectores políticos que están a favor, como también parte de la sociedad, pero bajo la esperanza mágica de que con esto termina la violencia y la muerte.Ahora bien, la educación es una de las herramientas clave y excluyentes para la prevención de la violencia y el delito, pues todos esperaríamos que estos acontecimientos jamás sucedieran. Generalmente, una de las principales características de los jóvenes que ingresan al ex COSE es su bajo nivel de instrucción, que en su mayoría se ubica en la franja de los que no terminaron la escuela primaria. Con el acceso y cobertura que tiene el sistema educativo y con la tasa de escolaridad, que supera el 90% en este nivel educativo, cabría hacer algunas reflexiones.
En primer lugar, la escuela, con todas las críticas de por medio, sigue siendo un espacio alternativo a los trayectos que ofrecen las bandas vinculadas al delito y al consumo de sustancias. En lo estrictamente pedagógico, la escuela sigue siendo un espacio para aumentar oportunidades sociales, tanto en las relaciones como en lo laboral. También prevalecen en estos jóvenes partícipes de la violencia social, una historia de malos tratos en su infancia, falta de afecto, de desvinculaciones familiares y comunitarias. A esto agregamos las condiciones de pobreza de los hogares de los que provienen
La educación como herramienta y la escuela como espacio son una combinación esperanzadora (no las únicas) frente al problema en cuestión.
Pero el núcleo central y primario lo constituye la familia. Ahora bien ¿dónde está el quiebre o el paso a la violencia? Al menos señalaremos algunos aspectos. Uno, ya mencionado, tiene que ver con los aprendizajes de los que puedan apropiarse los chicos en la escuela y que signifiquen herramientas para el futuro ingreso al mundo laboral. Segundo, la comunicación en la familia juega un rol fundamental, pues es parte de los modelos que toman los niños para resolver las cosas cotidianas. Si aprendieron diálogo, construirán consensos, si aprendieron golpes, tejerán violencia. También es cierto que las pautas culturales de consumo y los mecanismos para crear necesidades generan mayor frustración al no acceder a determinados bienes que significan pertenecer a una sociedad, y es ahí, que algunos tratan de superar esa brecha (literalmente) a la fuerza, para hacerse de esos bienes qué debo consumir o tener. Cuando la vida se cotiza en bolsa, deja de ser el valor más preciado, pierde valor de esencia; por lo tanto, ¿cómo hacer sublime la vida para estos jóvenes, si puede costar mucho, poquito o nada?.Otro asunto sustancial es el aprender a respetar las normas, desde los límites de los padres hasta las leyes más globales.
Educa… educar es el camino. No solo la escuela, sino que el mundo adulto enseñe, dejando de transgredir normas, transmitiendo esperanza, construyendo confianza, buscando la equidad social con base en la solidaridad. Esto hará más segura la vida de todos, la de una sociedad en su conjunto y no desde el salvataje individual al que estamos llegando.

Por: MARÍA FERNANDA CECCARINI - Lic. en Ciencias de la Educación
Fuente: www.mendoza.edu.ar

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